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Inundación

y querías llevar el asunto de forma decorosa, ordenada, muy limpita, con la calma de mujer adulta que te habías asignado, solo que el tenía otros planes, porque el señor era intenso, avasallador, medio fuerza de la naturaleza. Se apareció un día y te inundó la vida. Un temporal de agua tibia, la pecera volteada, los muebles rotos, el frigorífico abierto. Te dejó mal, peor de lo que estabas al comenzar, y te despertaste al día siguiente del día aquel que duró todo un mes, y tenias una resaca rarísima, y te pusiste a ordenar pero no sabías como ni donde comenzar, así que decidiste dejar todo así e irte al bar a tomar un cafe. El camarero dijo que la maquina se había estropeado, por eso (solo por eso) te pediste un vino, y luego otro, y otro más, y te terminaste una botella entera, y un chupito que te regaló el camarero tan bueno. Te bebiste todo no por necesidad sino porque la conversación estaba entretenida, y porque te preguntaba exacto lo que tenia que preguntar, y porque inclinaba la cabeza condescendiente, y a veces te tomaba de la manito, y porque te sentías comprendida, y con fuerzas para enfrentarme al mundo y a cualquier otro huracán de hombre que se te pusiera delante, y ahi fue que te diste cuenta que la conversación había sido en tu cabeza y que la botella te la habías terminado, mas que conversando, solita y medio triste en un rincón. Te fuiste para casa como pudiste, el desastre seguía ahí pero veías los contornos borrosos y eso te ayudaba, al menos el suelo se había secado ya. Echaste una lagrima, no por el sino por liberarte de ellas y porque sabías que eran una especie de vomito del alma, después sin duda te sentirías bien. 

Ludwig Meidner - Juengster Tag 


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