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Mostrando las entradas etiquetadas como lucidez

Urgencias

Fue una colisión accidental adrede. Ambos veníamos con la viada de mil caballos furiosos, sedientos, hambrientos, un poco necesitados y muy felices. Nos encontramos en la oscuridad de una mazmorra, rodeados de criaturas famélicas y desalmadas. Entre tinieblas nos dimos un beso, luego dos, luego tres, luego dos mil otros besos, también inconfesables. Era una perfecta desconocida, acentuando en lo perfecta. Nos tomamos de la mano, fuimos a trote por ese universo negro en miniatura, bordeando el abismo, tropezándonos con cuerpos inanimados, huyendo de los escrúpulos, cagándonos en la moderación. La luz no entraba, el agua no fluía, nosotros en llamas, calcinados, medio chamuscados ya. Alguien pateó una puerta de pronto. No sé si fue ella, o yo, o el diablo que llevábamos a cuestas. Estábamos afuera por fin, respirando pero ardiendo aun. La miré por primera vez a los ojos, lo vi todo sin entender nada, casi nada salvo sus deseos, vi sobretodo que se parecían a los míos, solo que c

Fatalidad

Tenia una sonrisa amplia y evasiva, el cabello color caramelo, brillante y fuerte, los ojos enormes, un poco de mal cutis, las manitos suaves, las uñas con barniz rojo, una mirada con lagrimas congeladas. Tenía movimientos ligeros y un cuerpo grande, musculoso, lindo a su manera. También estaba ese dolor bajo la piel, medio escondido por eso de no incomodar, por eso de no dominar los dolores ajenos. Ella sabía que su dolor estaba en esa dimensión donde no habían palabras, ni gestos, ni comprensión, ni nada. Ella sabía que el resto del mundo no sufría, no de verdad, que la gente solo tenía berrinches triviales, uñas rotas, corazones rotos, ampollas, minucias. Ella llevaba el semblante de alguien que había visto lugares horribles, alguien que había muerto y resucitado para contar su historia, esa historia que prefería no contar por cortesía, por absurda consideración, así que prefería callar, contar su vida rodeando de puntillas los agujeros negros de los recuerdos, que ya varias veces

Relativo

El hombre era un cansino. Ella sabía que años atrás, antes de los años gastados, antes de las patas de gallo, antes de la almohada fría, antes de las canas, antes de los calores y sobretodo, antes de confusión, le hubiera llamado un cansino, y en efecto, el hombre era un pesado, pero los tiempos eran otros, así que prefería llamarle intenso, con una capita de tedioso apenas tolerable, o mas bien muy intolerable, lo veía, sentía su abrazos de pulpo, sus besos babosos, la lengüita de reptil, se sentía querida, mas bien deseada, un poco ultrajada, y eso era lo que había deseado, o era otra cosa, lo cierto es que ya no se acordaba de lo que quería, por eso le seguía el juego, porque se había aburrido de asomarse tristona desde la ventana de casona vacía que era su cuerpo, y se intentaba persuadir que estaba feliz, mas bien satisfecha, mas bien a duras penas aguantando, y pensaba que quería querer, y deseaba desear pero no se convencía, y no sabía si era su felicidad la que no la convencía

Zozobra

Te estaba esperando viejo amigo, compañero de mil batallas, flagelador de marras, oportunista, saboteador de mierda. Como cada mañana vienes fresco, libre, con aire de novedad, con cara de interesante pero con tufo podrido. Te recibo con un abrazo igual. Apareces entre desayuno y merienda, con la familiaridad de las emociones dulces, de lo bueno conocido, con una sonrisa impostora, lleno de espinas, pesado, cansino, sin inspiración. A veces logro ignorarte, porque me embeleso viviendo o porque el sol me ciega, y te disipas en silencio, te retiras por la puerta trasera, muy cobarde siempre. Pero yo sé que sigues merodeando por ahí, en el altillo de la conciencia, medio soñoliento, solitario, encerrado con tus propias ansias, mas bien medio paranoico. Y logramos relajarnos, juntos pero separados, y parece que la convivencia puede ser pacifica, pero uno se equivoca, uno peca de optimista. Porque estás tan aburrido de ser quien eres que vuelves a molestarme, como cuando quiero dormir,

Tenía sus cositas

Tenía la capacidad de eludir el presente a su entera discreción. De irse, perderse, dejar a todos en media conversación, con sus problemas poco impresionantes, con sus viditas siempre un pasito por detrás del modelo, con sus bodrios, con sus sentimientos, sus incapacidades e ideales patéticos. Sus amigos, los pocos que se aventuraban a las arenas movedizas que le rodeaban, lo conocían bien, algunos hasta conocían su historia. Algunos preferían callar con respeto, otros le admiraban. Otra gente, los pusilánimes sobretodo, optaban por incomodarse, por sentirse intimidados, por llamarle soberbio, por sacar al sol las inseguridades y enredarlas en sus cabellos cenizos. El se liberaba con un movimiento discreto, la indiferencia era su don. Prefería abstraerse. Un momento estaba ahí, segundos mas tarde, fijaba su mirada en un objeto, un poster en la pared, en su bebida, una planta mustia en una esquina, se ponía los audífonos, sacaba un libro, una libreta, un bolígrafo, se convertía en

Inundación

y querías llevar el asunto de forma decorosa, ordenada, muy limpita, con la calma de mujer adulta que te habías asignado, solo que el tenía otros planes, porque el señor era intenso, avasallador, medio fuerza de la naturaleza. Se apareció un día y te inundó la vida. Un temporal de agua tibia, la pecera volteada, los muebles rotos, el frigorífico abierto. Te dejó mal, peor de lo que estabas al comenzar, y te despertaste al día siguiente del día aquel que duró todo un mes, y tenias una resaca rarísima, y te pusiste a ordenar pero no sabías como ni donde comenzar, así que decidiste dejar todo así e irte al bar a tomar un cafe. El camarero dijo que la maquina se había estropeado, por eso (solo por eso) te pediste un vino, y luego otro, y otro más, y te terminaste una botella entera, y un chupito que te regaló el camarero tan bueno. Te bebiste todo no por necesidad sino porque la conversación estaba entretenida, y porque te preguntaba exacto lo que tenia que preguntar, y porque inclinaba l

Visceral

Franz Lerch - Mädchen mit Hut (1929) Le pregunté como había dormido. Me contesto que había tenido un sueño triste. Me giré y pretendí que dormía. Conocía ese sueño triste porque había estado en el. Ibamos por la calle, de la mano, había sol y había nubes, aire adverso, caprichoso, por momentos frío,  por momentos caliente, rayos de sol cegando la vista, hablábamos de trivialidades, de compras, pagos, calendarios que nunca dejaban de adelantarse a nuestros pasos. Le pregunté si pensaba en el. La pregunta entró de contrabando, entre las patatas y el pan. Ella la entendió y no contesto, pero en cambio puso una cara dificilísima de interpretar, algo entre pena, cansancio y melancolía, con una pizca de desprecio para mi y otra de ilusión para el. Conocía ese pensamiento porque también había estado en el. Así como estoy en este sueño triste, en esta cama enorme y medio sucia, fingiendo dormir pero soñando que los sueños se acababan. Your toes in the dirt And the change

Nuestra heroína

Te gustó por muchos motivos, pero sobretodo porque tenía esa sobredosis de personalidad que apisonaba a cada blandengue que se le ponía delante. Incluido tu (y toda tu predictibilidad). Como el día que en pleno bus repleto de gente se le ocurrió comerse una naranjota cojonuda a zarpazos (y respectivo derrame de líquidos). La adoraste por eso, también porque por esos tiempos andabas rodeándote de lagartos que aparentaban mucho mundo y que (entre tanto) no dejaban de cagarse en los pantalones. Pensabas que era lo más autentico que habías conocido nunca pero no se lo decías porque sabías que te daría una hostia. Llevaba un vestidito color rojo sangre con bobos. Tenía la piel blanca como el papel y el cabello muy mal cuidado. En verano andaba siempre en chanclas (como para no desentonar con todas sus osadías). Tenia peinado de hombre y voz áspera. Guapa no era. Si muy atractiva. Coincidimos en ello aquella vez que la esperamos en vano. No se olvidó de la cita sino que de camino a vern

Selfie de pies

 Scott Kahn - Resting Waiting Me di cuenta que era solitaria cuando descubrí esa foto pegada al espejo de su tocador. Ella se alistaba en el baño. Ibamos a salir no sé adonde. Yo la esperaba observando todo. Casi buscando coincidencias entre ambos. De más decir que ya todo aquello se iba por el desfiladero de la desazón. En la foto se veían solo sus pies descalzos. Pálidos y huesudos sobre una alfombra persa. Era una toma furtiva, oscura, sin aspiraciones, como probando la cámara. Supe que su soledad era clandestina y haber descubierto ese detalle era para mi como compartir un secreto bonito e insignificante. Quizás yo también alguna vez había hecho fotos de mis pies. En algún momento de levedad aburrida, como cuando las circunstancias no están a la altura del momento. Al salir del baño me miró intentando sonreír. Yo vi la consternación y supe que había invadido su lugar. Que venía a expulsarme para siempre. Don't get me wrong if I come and go like fashion

No me digas tu nombre

Seated woman with bent knee 1917 - Egon Schiele Porque te veo bien. Y eres  linda  y sonríes, y noto, créeme que noto que le estás poniendo ganas al momento, que estás aquí, enteramente conmigo, y yo también estoy aquí contigo, solo que sin nombre,  aun. Y créeme que noto que te intereso, y por eso te pido que no me digas como te llamas, porque no quiero olvidarme y porque sé, estoy convencido que lo olvidare y no quiero olvidarme de ti, ni de nada tuyo.  Y es que  aunque reconozca todo esto que veo, lo cierto es que no me interesas, es decir, no me interesas aun. Y es así de drástico todo en esta selva, porque lo que no interesa se olvida y por eso prefiero que me converses un poquito mas, así, tan bonito como hasta ahora, sigue así y yo te prometo que no me olvido de ti, ni de tu nombre que debe ser así de lindo como tu, pero por ahora, simple y llanamente demasiado prematuro. Por eso, háblame más y ya verás como a tu rostro poco a poco se le borra el anonimato, como te vas vo