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Mostrando las entradas etiquetadas como entendimiento

Relativo

El hombre era un cansino. Ella sabía que años atrás, antes de los años gastados, antes de las patas de gallo, antes de la almohada fría, antes de las canas, antes de los calores y sobretodo, antes de confusión, le hubiera llamado un cansino, y en efecto, el hombre era un pesado, pero los tiempos eran otros, así que prefería llamarle intenso, con una capita de tedioso apenas tolerable, o mas bien muy intolerable, lo veía, sentía su abrazos de pulpo, sus besos babosos, la lengüita de reptil, se sentía querida, mas bien deseada, un poco ultrajada, y eso era lo que había deseado, o era otra cosa, lo cierto es que ya no se acordaba de lo que quería, por eso le seguía el juego, porque se había aburrido de asomarse tristona desde la ventana de casona vacía que era su cuerpo, y se intentaba persuadir que estaba feliz, mas bien satisfecha, mas bien a duras penas aguantando, y pensaba que quería querer, y deseaba desear pero no se convencía, y no sabía si era su felicidad la que no la convencía...

Zozobra

Te estaba esperando viejo amigo, compañero de mil batallas, flagelador de marras, oportunista, saboteador de mierda. Como cada mañana vienes fresco, libre, con aire de novedad, con cara de interesante pero con tufo podrido. Te recibo con un abrazo igual. Apareces entre desayuno y merienda, con la familiaridad de las emociones dulces, de lo bueno conocido, con una sonrisa impostora, lleno de espinas, pesado, cansino, sin inspiración. A veces logro ignorarte, porque me embeleso viviendo o porque el sol me ciega, y te disipas en silencio, te retiras por la puerta trasera, muy cobarde siempre. Pero yo sé que sigues merodeando por ahí, en el altillo de la conciencia, medio soñoliento, solitario, encerrado con tus propias ansias, mas bien medio paranoico. Y logramos relajarnos, juntos pero separados, y parece que la convivencia puede ser pacifica, pero uno se equivoca, uno peca de optimista. Porque estás tan aburrido de ser quien eres que vuelves a molestarme, como cuando quiero dormir,...

Tenía sus cositas

Tenía la capacidad de eludir el presente a su entera discreción. De irse, perderse, dejar a todos en media conversación, con sus problemas poco impresionantes, con sus viditas siempre un pasito por detrás del modelo, con sus bodrios, con sus sentimientos, sus incapacidades e ideales patéticos. Sus amigos, los pocos que se aventuraban a las arenas movedizas que le rodeaban, lo conocían bien, algunos hasta conocían su historia. Algunos preferían callar con respeto, otros le admiraban. Otra gente, los pusilánimes sobretodo, optaban por incomodarse, por sentirse intimidados, por llamarle soberbio, por sacar al sol las inseguridades y enredarlas en sus cabellos cenizos. El se liberaba con un movimiento discreto, la indiferencia era su don. Prefería abstraerse. Un momento estaba ahí, segundos mas tarde, fijaba su mirada en un objeto, un poster en la pared, en su bebida, una planta mustia en una esquina, se ponía los audífonos, sacaba un libro, una libreta, un bolígrafo, se convertía en ...

Nuestra heroína

Te gustó por muchos motivos, pero sobretodo porque tenía esa sobredosis de personalidad que apisonaba a cada blandengue que se le ponía delante. Incluido tu (y toda tu predictibilidad). Como el día que en pleno bus repleto de gente se le ocurrió comerse una naranjota cojonuda a zarpazos (y respectivo derrame de líquidos). La adoraste por eso, también porque por esos tiempos andabas rodeándote de lagartos que aparentaban mucho mundo y que (entre tanto) no dejaban de cagarse en los pantalones. Pensabas que era lo más autentico que habías conocido nunca pero no se lo decías porque sabías que te daría una hostia. Llevaba un vestidito color rojo sangre con bobos. Tenía la piel blanca como el papel y el cabello muy mal cuidado. En verano andaba siempre en chanclas (como para no desentonar con todas sus osadías). Tenia peinado de hombre y voz áspera. Guapa no era. Si muy atractiva. Coincidimos en ello aquella vez que la esperamos en vano. No se olvidó de la c...