Hay cosas que acongojan de verdad. Un café frío, o peor aun, café con leche frío en un vaso descartable roñoso en una estación de buses de provincia. Con las congojas hace falta ser preciso. Un paraguas roto clavado en una papelera desfondada. Aquellos candaditos de amor atados inútilmente a los puentes. Las palomas deformes de la plaza. Un anciano esperando jubilarse. Digamos que en general acongojan las esperas, también un poco las esperanzas. El niño que juega a las escondidas y al que los demás olvidaron buscar. Esperando en vano, quietecito detrás de un árbol. ¿Detrás de cuantos árboles esperamos en vano tu y yo? ¿Cuando dejaron los otros niños de buscarnos? tremenda tristeza. Tan predecible e igual tan insignificante. Solitos ahí coleccionando decepciones. Hundidos en la ironía de todo esto. Tu, yo, el niño y todos. Como al pajero que no se le para, como al putañero que se enamora, como al bebe que rehusa la teta, los ceniceros llenos de colillas por la mañana, las historias gastadas de tanto contarlas, la cena servida sin invitados, las chelas tibias, los muslos mustios, las almas negras, las fotos de vacaciones con gente muerta ya. Cuando lo irrelevante no puede evitar apoderarse de todo. Hay cosas que acongojan.
Nocturne: Blue and Silver – Chelsea (James McNeill Whistler)
Comentarios
Publicar un comentario
Dime lo que quieras.