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Fatalidad

Tenia una sonrisa amplia y evasiva, el cabello color caramelo, brillante y fuerte, los ojos enormes, un poco de mal cutis, las manitos suaves, las uñas con barniz rojo, una mirada con lagrimas congeladas. Tenía movimientos ligeros y un cuerpo grande, musculoso, lindo a su manera. También estaba ese dolor bajo la piel, medio escondido por eso de no incomodar, por eso de no dominar los dolores ajenos. Ella sabía que su dolor estaba en esa dimensión donde no habían palabras, ni gestos, ni comprensión, ni nada. Ella sabía que el resto del mundo no sufría, no de verdad, que la gente solo tenía berrinches triviales, uñas rotas, corazones rotos, ampollas, minucias. Ella llevaba el semblante de alguien que había visto lugares horribles, alguien que había muerto y resucitado para contar su historia, esa historia que prefería no contar por cortesía, por absurda consideración, así que prefería callar, contar su vida rodeando de puntillas los agujeros negros de los recuerdos, que ya varias veces había dado malos pasos, y salir de las profundidades le contaba mucha fuerza, además que la gente se espantaba, y aunque ella insistía en que todo estaba bien, que no te preocupes, que ya pasará, ignóralo e ignórame, la gente se alejaba por respeto, intimidados por una historia que flotaba constantemente en el aire, pesada, viscosa, inherente a ella y al mismo tiempo tan fortuita que podía ser la historia de cualquiera. Si, claro que el futuro le jugaba putadas a la gente, pero a la mierda con lo hipotético, porque la mala suerte le había ocurrido a ella y nadie mas que ella, y aunque era de poco beber, ese día iba por la cuarta copa, y fumadora tampoco era, pero ese día fumaba. Al carajo la condescendencia. 


Michela Amadei - series "Rusalki"


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